miércoles, 16 de abril de 2008

Claudia (Capítulo 6 de 6)


CAPÍTULO SEXTO


A la mañana siguiente, a la hora en que debería haber estado desayunando en el bar Castro, ya había hecho media docena de viajes y tenía todos sus pertrechos cargados en el coche. Lo peor había sido tratar de explicarle a la Eulalia, su casera, que no iba a seguir en la casa, a pesar de que al asegurarle que no tenía que devolverle ningún dinero parecía haberse tranquilizado bastante.

Sea como fuere, el momento tan temido de partir había llegado. Prematuramente quizás, pero entraba dentro de lo posible el que así ocurriera. Ahora, desde la calle de detrás de la iglesia, en donde tenía aparcado el coche, Pier miraba a la vieja torre del castillo por última vez, y luego bajaba con la mirada hasta la casa donde todo había ocurrido, donde el sueño se había realizado, donde había terminado. Había sido un breve momento tan sólo pero habían llenado sus vidas con ello. Aquel pueblo, aquella casa acababan de entrar a formar parte de su vida, con grandes letras doradas.

Tenía el semblante ensombrecido, triste pero con un trasfondo de felicidad, como la del viejo marinero que deja atrás un hogar, una familia para volver a la mar, su gran amor. Pier dejaba allí aquello en lo que había estado soñando durante años, pero se llevaba aquel beso robado, prueba de un sentimiento común tan fuerte como el amor. Se llevaba grabado en el corazón aquel pequeño secreto capaz de mantener unidas a dos personas en la distancia.

Subió al coche y condujo muy despacio, como queriendo memorizar fotográficamente cada rincón de aquel pueblo, hasta llegar a la casa de Claudia. La vió desaparecer tras la ventana de la cocina y salir a recibirlo al pié de las escaleras.
—¿Ya te vas? —le preguntó seria.

Pier estuvo a punto de echarse atrás, decirle que se quedaba. Fantasear alguna locura…
—No tengo más remedio.

Claudia tenía el semblante realmente abatido. Pier sintió que le temblaban las rodillas, lo mismo que cuando llamó a su puerta la primera vez. Tenía que marcharse pronto o se derrumbaría.
—Bueno, despídeme de tu madre. —había visto a Rosa observarlos protegida por las sombras en el interior de la casa.
—¿Volverás algún día?
—Es difícil de saber.
—Cuidate. —se acercó para darle un beso.

La despedida era lo más difícil de todo. Pier jamás pensó que pudiera resultar tan fría.

Al llegar al coche se volvió y saludó con la mano a Rosa, que seguía atentamente los acontecimientos. Le devolvió el saludo. Después hizo lo propio con Claudia, que estaba de pié en el umbral de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho.

Pier arrancó el viejo Playmouth y salió disparado carretera abajo. Era un día luminoso, el primero desde que llegó que había amanecido con el cielo limpio de nubes. Quizás todo volvía a ser como siempre con su marcha. El clima, sus vidas. No, la suya no.

Inconscientemente desvió sus ojos y miró por el retrovisor. La mancha azul que había sido Claudia seguía de pie, en la puerta.

No la volvería a ver.




3 comentarios:

Patricia Lopez Lalli dijo...

Ay, José! Qué tierno relato!
Me encandilaste, sinceramente... qué bellos momentos, y qué sensación triste me ha quedado! Y digo "triste" porque soy una romántica irremediable y me hubiera gustado que pudieran consumar su amor, aunque sé que el que le diste es el final más apropiado, según las circunstancias de los personajes.

Además, tu forma de narrar las sensaciones encontradas de Pier, el temor sobre cómo enfrentar a Claudia me hizo acordar a lo que me sucedió a mí misma en otras ocasiones... Tanto se dice de la frialdad de los hombres... se dice que ésas son cosas de mujeres, sin embargo me ha resultado tan tierno leer esos pensamientos y debates internos del protagonista!

Te aplaudo y te felicito, porque me has cautivado... te invito a leer un brevísimo relato que escribí con algunas cosas en común con éste tuyo, que tal vez te agrade. Se llama "El reencuentro".

Un abrazo grande, José, y no dejes de escribir jamás!

hawkeye dijo...

Hola Jose, espero hayan ido bien estos días de fiesta! Decirte que terminé de leer el relato, y me gustó mucho. Encontre algo triste el final, pero si somos realistas, si dejamos de pensar en sueños imposibles, si pensamos con la cabeza y no con el corazón, es como suelen acabar siempre estas historias, estos amores... Me ha gustado la forma de expresar las emociones que sentían a lo largo del relato, y me ha asaltado la duda, no hace falta que contestes, que hay parte de autobiografía en él... El amor, siempre el amor... tan magnífico como fatídico en ocasiones... Un abrazo enorme!!!!

Jose dijo...

Gracias Patri... Gracias Hawkeye!

La grandeza de escribir estriba en la maravillosa oportunidad que tenemos para expresar todo aquello que sentimos, que vivimos, que soñamos, que deseamos...

Yo suelo involucrarme mucho en mis relatos, nutrirlos con mis experiencias, vivencias, dudas, reflexiones, alegrías, tristezas...

Para eso escribo...

Un beso a los dos.